Después de un tiempo... -Ayumi-

Ese día había despertado de muy buen humor, la perspectiva de almorzar con un amigo tan querido era muy alentadora. Se preparó cuidadosamente, poniendo atención hasta al más mínimo detalle de su apariencia, asegurándose de lucir perfecta para él. No por nada en particular, simplemente le gustaba verse bien... y disfrutaba sus elogios, que nunca faltaban.

Salió rumbo al restaurant, esperando no perderse en la ciudad aún desconocida, pero llegó sin mayores problemas, y para su suerte, con puntualidad. Lo buscó entre la gente, viéndolo finalmente y encaminándose a la mesa. En otra ocasión se le hubiera echado encima abrazándolo, pero no eran ni el momento ni el lugar apropiados. Apartó un poco la silla frente a él.

- ¿Está ocupado este sitio? - apenas susurró divertida, esperando que alzara la vista, sonriéndole.

Cuando Gackt la abrazó no pudo hacer más que corresponderle, estar entre sus brazos siempre era reconfortante, se sentía protegida y querida. Se puso en puntas de pie para alcanzar su mejilla imitando su gesto e inclinó levemente la cabeza en señal de agradecimiento cuando él apartó la silla para que se sentara.

- No tuve ningún problema, al parecer no es una ciudad tan complicada de recorrer, ¿ne? - se acercó tanto como pudo a la mesa para contribuir a esa atmósfera intimista propiciada por la posición de su acompañante. Sonrió ante su cumplido, riendo suavemente luego. - Sí lo sé, por eso procuro verme bonita para ti, a fin de asegurarme que tus cumplidos sean sinceros - rió levemente y le golpeó la punta de la nariz con uno de sus dedos. - De ti no puedo decir nada, siempre serás el hombre más guapo sobre la faz de la Tierra, Gakuchin - le lanzó un beso volador, riendo.